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Situado al sur de la península, Los Alcornocales -170.000 has.- es el Parque Natural situado más al sur de Europa y el último reducto de la vegetación mediterránea de tipo tropical de la Era Terciaria. Por su situación estratégica cercana al Estrecho de Gibraltar y por sus incomparables condiciones climatológicas, este magnífico enclave natural ha sido punto de encuentro y cuna de civilizaciones desde la Edad de Piedra hasta nuestros días.

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En 1989, Los Alcornocales, recibió la calificación de Parque Natural, integrándose en la red de espacios naturales de la Junta de Andalucía.

La situación estratégica del Parque Natural Los Alcornocales no sólo ha favorecido la presencia humana desde la antigüedad sino que también cientos de especies han reconocido en esta zona el lugar idóneo para vivir o reponer fuerzas antes de embarcarse en la difícil aventura del paso del estrecho.

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Cada año, en primavera y otoño, millones de aves se dan cita en el Parque para cruzar los 14km que separan las frías tierras del norte de las suaves temperaturas invernales del continente africano, más adecuadas para la reproducción y el sustento de los polluelos, en uno de los espectáculos ornitológicos más fascinantes de Europa.

Cigüeñas, halcones, alimoches, buitres, milanos, águilas calzadas, águilas culebreras y otros cientos de pequeños

pájaros esperan pacientes en sus atalayas oteando el horizonte a la espera de que los vientos hagan menos dura la travesía. Sólo entonces levantan el vuelo y se pierden hacia el sur, con el instinto heredado de sus progenitores como brújula de viaje.

Hace mucho tiempo, en la Era Terciaria, en el hemisferio norte del planeta había un clima cálido y húmedo que posibilito la existencia de una vegetación exuberante. Estas selvas tropicales  desaparecieron progresivamente a medida que el clima se fue secando quedando reductos en las zonas de mayor humedad. En el Parque Natural Los Alcornocales se dieron las condiciones idóneas para que se conservase la última selva mediterránea.

Las notables elevaciones de las sierras malagueñas y gaditanas, en la época de lluvias, actúa como una trampa para los frentes atlánticos, provocando intensas precipitaciones. En la estación seca, cuando los vientos cálidos y cargados de vapor del Mediterráneo chocan contra las estribaciones montañosas del Parque, se elevan, enfrían y condensan, produciendo una espesa niebla y creando un microclima muy húmedo, ideal para el desarrollo de este tipo de vegetación o laurisilvas.

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Las empapadas laderas están surcadas por serpenteantes cursos de agua que en ocasiones se cierran en estrechas gargantas impenetrables o canutos. En este invernadero natural, la laurisilva se muestra con todo su esplendor; el laurel (Laurus nobilis), los alisos (Alnus glutinosa), los acebos (Ilex aquifolium), el fresno (Fraxinus angustifolia), el álamo (Populos alba) junto con los helechos, lianas y trepadoras tejen uno de los bosques más sombríos del continente. El musgo adquiere un papel protagonista en el suelo del bosque, tapizando rocas y raíces, llegando en algunas zonas a encaramarse por los troncos de los árboles para colgar en verdes jirones que adquieren un aspecto confuso a través de la niebla.

Más arriba, como huyendo del agua, aparecen el roble, el quejigo y, por encima de todo, el Alcornoque, auténtico dominador del Parque.

El Alcornoque (Quercus suber), gracias a la ayuda del hombre, que desde tiempos inmemoriales ha apreciado los numerosos aprovechamientos de su corteza, se ha extendido por la Serranía de Ronda llegando hasta el Campo de Gibraltar, siendo considerado con sus 80.000has. el mayor alcornocal de la Península y uno de los más importantes del mundo.

Además de dar nombre al Parque y de su relevante valor botánico y pasiajístico, este árbol, directamente emparentado con robles y encinas, se ha convertido en la principal fuente de riqueza de la comarca además de proporcionar cobijo y alimento a una rica y variada fauna y a una no menos importante cabaña ganadera.

El descorche o pela, acción por la cual cada nueve años se despoja al alcornoque de parte de su corteza, es una actividad humana que se sigue realizando de manera tradicional. Provistos de un hacha afilada y con un burro como única ayuda, los hombres de la Serranía, desde hace muchas generaciones, han entrado en el bosque y han recorrido los mismos senderos para extraer tan preciado producto.

La explotación del alcornoque, más allá de los múltiples usos del corcho, tiene un gran impacto social en la comarca puesto que el mantenimiento de los alcornocales supone un significativo número de jornales para el arreglo de los caminos, para la poda y el desbroce, para los arrieros y recogedores, etc. Recientemente, la fabricación de productos artesanales a partir del corcho, en estrecha relación con la actividad turística, se está configurando como un importante complemento económico para los pueblos y gentes del Parque.

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