RONDA – UBRIQUE –
MOJÓN DE LA VÍBORA
Día 14-2-02. De
nuevo mi amigo Andrés Rodriguez ha tenido la
amabilidad de esperarme en la estación de
ferrocarril de Ronda a las 7,45 de la mañana y
después de tomarnos un buen café con leche, me
ha bajado hasta el inicio del antiguo Camino de
Montejaque, muy cerca del punto de confluencia
de los ríos Guadalevín, Guadalcobacín y Arroyo
de la Sanguijuela, conformando a partir de su
unión, el Río Guadiaro. De esta forma me ha
evitado la complicada salida de la ciudad, sobre
todo para alguien que no la conoce, como es mi
caso. Me entrega mi amigo Andrés un relato
literario que ha realizado, titulado Felipe “El
Siete”, dentro de lo que él llama “Paisajes y
Pasajes de la Serranía de Ronda”, que me permite
acercarme al aspecto humano de lo que fue la
dura y sacrificada vida de las gentes de la
zona. A las 8,30 me despido de Andrés para
iniciar la interesante jornada, amenizada, al
final por la intensa lluvia que me dejó empapado
hasta los huesos, bien cierto debe ser que la
zona es de las de mayor pluviosidad de la
península. La mañana se presenta con brumas en
las alturas y nieblas que penetran por la
depresión del Guadiaro y se elevan por los
valles, afortunadamente a cierta altura se
diluyen. Los últimos días ha llovido mucho, de
tal forma que la humedad se aprecia, no solo en
los embarrados caminos, si no también en el
ambiente, los rayos del sol producen gran
evaporación y se forman nubes de evolución que
al caer la tarde descargan la lluvia con
intensidad, eso pasará dentro de varias horas.
El verdor de los alrededores es tan intenso que
me hace sentir en Galicia o zonas del
Cantábrico, esta situación puede cambiar en
breves días, pues por aquí el sol calienta muy
fuerte y en pocos días o semanas este verdor se
puede ver transformado en secano, por tanto he
tenido suerte en verlo tan resplandeciente y
hermoso. El ascenso a Montejaque lo realizo en
unos 40 minutos, son unos 250 mts. de desnivel y
como las nieblas no me permiten contemplar el
panorama con nitidez, pues subo rápido, además
la temperatura es más bien fresquita, eso sí
escuchando el canto de los pájaros y el berrear
de algún rebaño de cabras y ovejas. Doy vista a
Montejaque desde El Puerto Algarrobo donde hay
una ermita y la panorámica del pueblo es
hermosa, sobre todo en este momento en que el
sol penetra a través de las nieblas y lo ilumina
con claridad, así como las montañas en cuyas
laderas se ubica, muy bien protegido y abrigado
de los vientos húmedos, contrastando la blancura
del conjunto con el color grisáceo de las
calizas. Comienzo el descenso a través de una
zigzagueante calzada empedrada, cruzándome con
un paisano y varias señoras que ejercitan los
músculos en la inclinada cuesta. Cruzo el pueblo
de lado a lado para salir, hacia el sur, por la
parte más alta y tomar una pista que me llevará
a los Llanos de Líbar, antes lleno la
cantimplora en una fuente con abundante chorro.
Por momentos el sol se pone a calentar, me quito
la ropa, será una ilusión, al cabo de un rato
sopla el viento frío y húmedo, se nublará de
nuevo y otra vez a abrigarme, etc, etc. Por mi
izquierda tengo los paredones de la Sierra de
Juan Diego y sus espectaculares torcas y crestas
calcáreas, es un paraje sobrecogedor e
inhóspito, que contrasta con los apacibles y
verdes valles, aquí llamados llanos. Estas zonas
llanas rodeadas completamente por montañas,
filtran las aguas y no conforman cauces o
arroyos, tienen muchas simas, sumideros, cuevas,
galerías, etc. Ovejas, cabras, caballos, ganado
vacuno, etc. aprovechan las zonas de pastizales,
ahora muy verdes y con mucha hierba. Por la
derecha cierran los valles los picos de la
Sierra de Montalate, con desniveles, sobre la
base del valle, de unos 300 mts., estos valles
se ubican escalonadamente, entre los 800/1.000
mts. de altura. La señalización del GR es
bastante buena, salvo en un punto algo más
adelante y que comentaré. Al pasar una cancela,
tres espeleólogos descienden de un vehículo y
preparan el equipo para dirigirse a una de
tantas simas que hay por los alrededores, yo
sigo mi camino viendo por mi derecha unas
elevaciones muy escarpadas que sobresalen en
cortados y escarpes de vértigo, contrastando con
la placidez de los llanos, con centenarios
ejemplares de encinas y quejigos, aumentando la
vegetación en la zona de umbría, mezclados con
espinos floridos y helechares. En el último
llano, franqueado por la derecha por la Sierra
de Mojón Alto y por la izquierda por la Sierra
del Palo, con alturas superiores a los 1.300 mts.
un viejo cortijo ha sido convertido en precario
albergue y un poco más adelante, en un cruce de
caminos, un cartel anuncia “A Cortes de la
Frontera 9 kmts.” indicando dirección izquierda,
yo sigo de frente y a los pocos metros la pista
finaliza sin más, es decir sin ninguna
indicación ni señal. Como el Puerto del Correo
es un collado que destaca en el cordal de la
derecha, pues hacia él me dirijo sin vacilación,
al fondo los llanos se terminan y son cercados
por escarpadas montañas, en el centro el Cortijo
del Correo y el ganado pastando apaciblemente.
En poco rato asciendo al Puerto del Correo
siguiendo una cerca de piedra por mi izquierda,
en este momento penetro en la Provincia de Cádiz
y desde este espectacular mirador contemplo los
Llanos del Republicano, que están mucho más
bajos que los de Líbar, por tanto he de realizar
un fuerte descenso, ahora las señales del GR son
más frecuentes. Enfrente, algo más alejada, la
Sierra del Endrinal, en cuya falda noroeste se
encuentra Grazalema, con alturas superiores a
los 1.500 mts. El carril comienza el descenso a
través del laberinto kárstico donde he de poner
sumo cuidado al pisar, este tipo de roca está
muy alisada por la erosión y con formaciones
poco estables, sobrecoge este paisaje, solo
crecen matorrales entre algunas rocas. Cuando
termino de bajar al llano, un letrero indica “A
la Sima del Republicano 600 mts.” yo continúo de
frente para cruzar el llano y enlazar
rápidamente con una pista que me llevará a
Villaluenga del Rosario, ahora me voy
encontrando con algunos excursionistas que
visitan la zona y comienzo a ver los primeros
ejemplares de alcornoque. Desde un alto tengo a
la vista Villaluenga, bonita panorámica, el
pueblo ubicado en la falda de la Sierra del
Caillo y como siempre, destacando el blanco del
conjunto con el gris de las montañas calcáreas.
Cruzo varias fincas con cerdos negros en
libertad, por tanto los embutidos y productos
del cerdo son, además de los quesos de cabra y
oveja, una importante aportación económica.
Entro en el bonito pueblo de Villaluenga del
Rosario a la 1,30 y me sorprende una curiosa
construcción redonda de piedra, resulta ser la
plaza de toros que no puedo visitar en su
interior por estar candada la entrada, pero a
través de una pequeña abertura veo algo del
ruedo. Me dirijo hacia la plaza y al pasar por
la puerta de una fonda, entro a tomar una
cerveza, tiene un pequeño comedor donde algunas
personas saborean los caseros platos,
naturalmente, seguiré el consejo de mi estómago,
es la hora justa y el lugar el apropiado. Un
buen plato de potaje caliente, un plato de
tierno venado con patatas y para completar un
delicioso queso de cabra del lugar, me dejan
preparado para hacer frente a cualquier
esfuerzo, por grande que sea. Salgo de
Villaluenga pasadas las tres en dirección a la
Manga, que es un estrechamiento por el que pasa
la carretera a Ubrique y un verde valle en su
fondo donde un grupo de vacas pace
tranquilamente, comienza a pintear, por supuesto
no me protejo, al cabo de algunos minutos
volverá a calentar de lo lindo. Llego a un
mirador desde donde parte una calzada bien
definida y en su comienzo tres excursionistas
del Puerto de Santa María comienzan su andadura,
así que me uno a ellos, llevamos el mismo
destino, Ubrique. La temperatura, a medida que
descendemos, sube considerablemente, ahora
tenemos, en lo alto, el bonito pueblo de
Benaocaz, lo dejamos a nuestra derecha y
continuamos el descenso por la hermosa calzada
romana, ahora se le ha unido otra que viene de
Benaocaz, toda una joya. De pronto nos
encontramos con Ubrique a nuestros pies,
desplegado a ambos lados del Río Ubrique y muy
extendido. Son las 5, me despido de mis amigos y
cruzo Ubrique de lado a lado, para ello tardo
casi una hora y a continuación me dirijo a
visitar un puente romano, muy bien conservado,
sobre la Garganta de Barrida, este cauce recibe
el trasvase que se realiza por conducción
subterránea desde el Guadiaro a la altura de
Cortes de la Frontera, ahora con importante
aportación del mismo hacia el Embalse de los
Hurones en el Río Ubrique. En el mismo puente
romano hay letrero del GR con indicación de
tiempos de recorrido a Jimena de la Frontera,
desde el mismo puente veo el Peñón del Berrueco
por donde he de pasar, este se halla a 1.395 mts.
de altura y Ubrique a 340 mts., por tanto tengo
un buen desnivel por delante. Son ahora las 6 y
una vez cruzado el puente, el GR toma una cañada
ganadera cubierta por altas hierbas que, primero
cruza la Garganta de Marroquí a través de otro
bello puente, este muy pequeño, para comenzar a
tomar altura y dirigirse al Mojón de la Víbora,
todo se pone oscuro y comienza a llover
intensamente, tiro de protección para continuar
bajo la constante lluvia, con el terreno
enfangado y resbaladizo, cruzo varias veces la
carretera que sube dando mil y una vueltas, esta
se dirige a Cortes de la Frontera, la cañada lo
hace de forma directa, por tanto con fuerte
desnivel y enorme esfuerzo. A las 7,30 llego al
Mojón de la Víbora, es un collado y cruce de
carreteras, con una venta abierta. Voy calado y
con dudas si continuar por hoy, se hará de noche
enseguida y está todo, como digo, embarrado, si
hay alguien que me baje en coche de nuevo a
Ubrique, dormiré calentito. En la puerta de la
venta cuatro excursionistas de Jerez, se
disponen a subir a su coche, pido ayuda y
amablemente me bajan a Ubrique, donde lleve
también con intensidad. Tomo habitación en el
Hotel Ocurris y lo primero, ducha de agua
caliente, ya comenzaba a tener frío, no me
extraña estaba calado hasta los huesos. Después
de cenar, a las 10,30, a dormir calentito en
buena cama, vaya diferencia a lo que se me
avecinaba, calado, embarrado, en la tienda en
pleno monte, otra cosa hubiera sido si no
lloviera. Mañana será otro día, de momento
apalabrar un taxista para que me recoja a las 8
y me suba de nuevo al Mojón de la Víbora y la
continuación del GR por el espectacular paraje
del Parque Natural de los Alcornocales.
MOJÓN DE LA VÍBORA
– JIMENA DE LA FRONTERA – CASTILLO DE
CASTELLAR Kmts. 46
Día 15-4-02. El
taxista, con quién había apalabrado anoche, está
puntualmente a las 8 de la mañana a la puerta
del hotel para trasladarme hasta la Venta del
Mojón de la Víbora y a las 8,30 tomo, decidido y
con mucha alegría en el cuerpo, la carretera que
se dirige a Cortes de la Frontera y por ella
camino durante unos 3 kmts. La mañana está
espléndida, el cielo despejado y la atmósfera
transparente y pura, la intensa lluvia de ayer,
a pesar de habérmelo hecho pasar mal, me
permitirá disfrutar de un maravilloso día. Según
voy ascendiendo por dicha carretera, el sol
comienza a penetrar a través del espeso bosque
de alcornoques, la verde y húmeda hierba
comienza a despedir el vaho según la van
calentando los potentes rayos de sol. Son las
primeras representaciones de lo que vendrá a
continuación, la exuberante vegetación me
comienza a mostrar los centenarios ejemplares de
quejigo y alcornoque, los primeros con las hojas
recién brotadas de un verde muy intenso. Los
viejos alcornoques enviando sus gigantescas
ramas, como si rogaran pidiendo agua y sol, sus
enormes troncos mostrando la negrura de su
cuerpo, a todos ellos se les ha liberado de su
gordo abrigo de corcho. Bordeo el Peñón del
Berrueco y sus calcáreas estribaciones dentadas,
contrastando con el intenso verdor de sus
alrededores. Abandono la carretera a través de
una pista forestal a la derecha, para penetrar
de lleno en el Parque Natural de los
Alcornocales, en las próximas 4 horas no volveré
a ver ningún ser humano hasta llegar a Jimena.
La señalización del GR es la adecuada y muy bien
realizada, de no haber sido por las balizas, me
hubiera confundido unas cuantas veces, pues hay
muchas bifurcaciones y cruces, además de, en
algún caso, la pista poner fin y se acabó. Por
todos los arroyos bajan las cantarinas aguas en
un ambiente radicalmente diferente a las zonas
recorridas el día de ayer, donde las aguas
desaparecían filtradas hacia las simas y
cavidades calcáreas, por aquí hay un manto de
tierra grueso y fértil que permite, no solo la
absorción de importantes cantidades de humedad,
si no que cualquier árbol adquiera dimensiones
gigantescas. Por momentos he de recordar que no
estoy en el norte de la península, pues
fácilmente se confundiría cualquiera. La senda
circula entre los 700/900 mts. de altura a
través de varias lomas que separan las aguas del
Río Guadiaro y Hozgarganta, aunque más abajo se
junten ambos, lomas como la Calderona, del
Castillo, Carrera del Caballo, Loma de Marín y
Loma de la Umbría. Varios lugares hacen
referencia al antiguo oficio de los arrieros,
Fuente de los Arrieros, Camino de los Arrieros,
etc. viejas ventas ahora derruidas, majadas,
ranchos, etc. etc. Antiguos oficios que a través
de esos viejos caminos, hoy desaparecidos,
comunicaban unos pueblos con otros, recorridos
por tratantes, contrabandistas, arrieros,
pastores, etc. etc. A veces vuelvo la vista
atrás y desde estas elevadas atalayas contemplo
la Sierra de Grazalema, Sierra de Ubrique y
Sierra de Líbar, algo más al nordeste la Sierra
Bermeja y sobre todo la profunda depresión del
Río Guadiaro. A la altura de las ruinas de la
Venta Marín, abandono la pista y tomo un camino
embarrado que al poco rato se convierte en
estrecha y poco pisada senda, aún siendo muy
escasas las balizas blanca y roja, me permiten
seguir el itinerario para comenzar a descender
por la Garganta de Diego Díaz, por aquí llamadas
“canutos”, lugares muy húmedos, con agua en su
cauce y mucha vegetación, a veces cruzo el
arroyo en varias ocasiones y por momentos me
detengo a escuchar con atención el ruido del
bosque, algún pájaro carpintero con su taca-taca
sobre la madera, el cuco y su canto primaveral,
las palomas torcaces y los arrendajos, además
del refrescante murmullo del agua al caer en
pequeñas cascadas. He pasado al lado de varias
estaciones meteorológicas, pequeñas casetas con
placas solares que realizan determinadas
mediciones climáticas. Alrededor de las 12, aún
desde mucha altura, doy vista al Campo de
Gibraltar, todo un derroche de verdor sobre todo
cuando el sol lo ilumina, aún tardaré otra media
hora en dar vista a Jimena de la Frontera. A la
altura del Cerro del Bujeíllo una numerosa
colonia de buitres me sobrevuela a pocos metros
de mi cabeza, es paso obligado para ellos, ahora
comienzo el descenso por una pista, embarrada
como es costumbre, ese barro pegadizo que se
acumula en mis botas y eleva la estatura varios
centímetros y también mi peso en algún kilo. A
la altura de los Tarales, a 500 mts., doy vista
a Jimena y su elevado castillo sobre una abrupta
roca, destaca el conjunto blanco de sus casas
con el intenso verde de los alrededores. Ahora
la senda parece más transitada y sin barro, por
tanto el descenso lo hago deprisa, entro en
Jimena a las 2,15 y en el primer bar entro a
tomar una fresca cerveza, como sirven comidas y
veo sacar de la cocina una suculenta ensalada,
tomo asiento y devoro la ensalada en un dos por
tres, además de un buen café doble. Cruzo
completamente Jimena, ubicada en la ladera del
escarpado cerro donde su ubica su castillo y me
dirijo a cruzar el Río Hozgarganta por un puente
al lado de un viejo molino restaurado. Tomo un
camino, que un paisano del pueblo ha llamado
“Real” y que sale a la izquierda, a unos 50 mts.
del puente, para cruzar un espeso bosque de
alcornoques y gigantescos eucaliptos, en otros
tramos por sembrados muy verdes y planos, eso
sí, siempre entre lodos y barro. Durante varios
kilómetros aburridos, al lado de la vía del
tren, haciéndoseme pesados y largos, gracias que
en un momento, entre la alta y verde hierba, una
cigüeña en busca de comida, me deja acercar a
pocos metros, eso sí vigilante y en el momento
en que la fotografío, levanta el vuelo con su
característica elegancia. En el P.K. 147 de la
vía, la cruzo a la derecha y tomo un camino que
después de pasar al lado de dos grandes
cortijos, El Espadañal Alto y el otro del
Olivar, comienzo el ascenso para cruzar a la
vertiente del Río Guadarranque. Antes de llegar
a la parte más alta, llamada Cerro de los
Frailes, dos ciervos que comen tranquilamente,
salen disparados al sentirme muy cerca y algo
más adelante un águila posada en lo alto de un
alcornoque se eleva con rapidez al notar mi
presencia. En una curva del camino, cuando estoy
a bastante altura y siendo las 7, doy vista al
Peñón de Gibraltar y la Línea, ahora iluminados
por el sol de la tarde, otros 15 minutos y para
mi sorpresa, me encuentro en la entrada del
Castillo de Castellar, castillo de construcción
defensiva militar musulmán de los siglos XII-XV,
en restauración con la intención de conservar el
aspecto original, tanto externo como interno,
pues dentro del mismo se halla un conjunto de
viejas casas con estrechas callejuelas y que se
han convertido en hospedería (TUGASA casas
rurales). El encargado me asigna una justo
enfrente de la recepción, probablemente soy el
único huesped, el restaurante está en obras y
solo una pequeña tasca, el dueño muy aficionado
al cante jondo, donde me tomo una ración de
queso, lo único posible, además de un vaso de
vino y a las 10,30 en mi “casita” a descansar.
Desde la ventana tengo a la vista, a mis pies,
el Embalse de Guadarranque, estoy 150 mts. más
alto que el pantano.
CASTILLO DE
CASTELLAR – ALGECIRAS Kmts. 8
Día 16-4-02. La
distancia de 8 kmts. es la recorrida entre el
Castillo y el Palacio de la Almoraima, pues
según diré a continuación, he trastocado
completamente los planes. Primero haré
referencia a la relajada noche que he pasado en
el castillo, todo calma y tranquilidad, sin
ningún ruido y una sorprendente quietud, la
situación ideal para un relajado descanso y
reparador sueño. Antes de las 8, aún
amaneciendo, hago las cuentas con el encargado
de TUGASA (Turismo Gaditano) indicándome que el
desayuno lo podré tomar en la Cafetería
Almoraima, a unos 8 kmts. cerca del cruce con la
carretera principal, lo que me hace pensar en
una cafetería de carretera, para ello me provee
de un vale, decido que si está en mi camino,
pues desayunaré allí, de lo contrario, si mi
camino sigue otro curso, con una pastilla de
chocolate que llevo en la mochila me arreglaré.
Salgo al mirador y contemplo la salida del sol
en el horizonte del mar, el rojo intenso ya
cambiando por segundos para ir pasando al
naranja y al final el amarillo brillante,
impagable espectáculo que disfruto a placer. El
indicador del GR marca “A los Barrios 10 horas”,
así que en principio ese es el itinerario
elegido, a pesar de las observaciones recibidas
de Miguel Angel, del Club Al-Hadra de Tarifa,
diciéndome que el trayecto es poco atractivo,
con mucha carretera y asfalto. Aprovecho este
momento para dar las gracias a Miguel Angel por
su colaboración y ayuda mediante la aportación
de consejos e información para la realización
del trayecto. Una senda empedrada me va bajando
en zig-zag de forma rápida y directa hasta la
carretera. La lavanda y la jara florida
desprenden sus aromas y perfumes intensos, la
sensación de humedad es muy fuerte y el
empedrado está resbaladizo, por tanto he de
bajar con sumo cuidado. Antes de llegar a la
carretera tengo a mi derecha la presa del
Embalse de Guadarranque y ya en la carretera, al
cabo de pocos metros, el GR aprovecha el
estrecho trazado de la antigua carretera a
través de un bosque de grandes eucaliptos hasta
que nuevamente en el kmt. 3 de nuevo toma la
carretera, eso sí sin ningún tráfico. Ahora
vuelvo a ver el precioso bosque de alcornoques y
el suelo de hierba y helechos, algunos
ejemplares enormes y muy viejos me vuelven a
recordar el día de ayer. Cuando me acerco al PK
1 veo sobresalir entre los grandes árboles y las
altas palmeras, una torre que no sé a qué
pertenece, miro el mapa y se trata del Palacio
de la Almoraima. Si el encargado del castillo me
dijo que podría desayunar en la cafetería
Almoraima, se trataría del mis lugar?, no me
quedaré sin confirmarlo. Puedo ver desde la
carretera, sus bien cuidadas instalaciones,
amplios jardines, abigarrado bosque en sus
alrededores y una magnífica entrada, pero no veo
la entrada por ningún lado, sigo por la
carretera y me voy alejando de la entrada,
retorno de nuevo a intentarlo por una pista en
la trasera sin ninguna indicación. Doy con la
puerta trasera donde unos obreros realizan
trabajos de restauración y me indican por donde
puedo acceder a la puerta principal donde pulso
un timbre y una uniformada señorita me recibe,
con cierta cautela y sin confianza, le digo que
he estado hospedado en el castillo y me han
enviado a desayunar allí, me lleva hasta el
comedor, recomendándome dejar el “equipaje” a la
entrada. El recinto es un Monasterio del siglo
XVII ahora convertido en hospedería y preparado
para actos oficiales de cierto rango. Con mi
rústico aspecto, reconozco el contraste con tan
refinado lugar, pero como el hábito no hace al
monje y tan bueno es mi dinero como el de
cualquier potentado, pues a desayunar como un
“rey”, que para eso ya lo he pagado. El comedor,
donde una pareja desayuna tranquilamente, con
buenos muebles de finas maderas, cuadro mural en
la pared y todo tipo de manjares para servirse a
discreción y con los leones de mi estómago
rugiendo desde ayer por la noche, el destino me
había deparado una buena sorpresa. La pareja de
comensales, Regina y Valentín, en su viaje de
novios, serán mi compañía en las próximas horas.
En la charla que mantenemos mientras damos
cuenta del suculento desayuno, me indican que
viven en Madrid, Regina es de Barco de Ávila y
Valentín de Segovia, por tanto casi paisanos. El
desayuno se prolonga hasta casi las 11 de la
mañana, no hay prisas y allí el reloj es lo de
menos. Y ahora el cambio de planes, si continúo
hacia Los Barrios será carretera pesada, si
hacia Algeciras andando, lo mismo de lo mismo,
Valentín se ofrece amablemente a llevarme en su
coche hasta Algeciras donde pretenden comer, por
tanto, mientras ellos se van a dar un largo
paseo, me aposento en el fresco patio de
naranjos del claustro, donde todo es quietud y
tranquilidad, acompañado del cántico de los
pajarillos y rodeado de árboles y flores,
disfruto de una agradable temperatura, relajado
de las fuertes emociones y largas jornadas
vividas en los dos días anteriores, en el fondo
este relax también forma parte de las emociones,
muy recomendables por cierto. Bueno pues las
8.000 púas que me costó la noche en el castillo,
el opíparo desayuno en el Palacio de la
Almoraima y las dos horas de placentero descanso
en el claustro del palacio, me parecen un
regalo. Valentín y Regina me llevan a Algeciras
para tomar el bus de las 15,40 para Madrid, por
cierto será el primer servicio restablecido
después de la huelga que han mantenido los
conductores durante varias semanas, de otra
forma hubiera tenido que esperar y tomar el tren
de las 21,35. A falta de completar el recorrido
del GR7 por Murcia y un corto tramo por el norte
de Granada, entre la Puebla de Don Fadrique y
Guadix, habré cruzado de norte a sur durante
unos 1.350 kmts. en un emocionante periplo que
recomiendo a los amantes del senderismo.